dilluns, 31 de gener del 2011

Batalla de Trafalgar

Europa y el Imperio Napoleónico

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La reanudación de la guerra era esperada por Napoleón, pues comprendía que mientras que no abatiese completamente el poderío de Gran Bretaña no podría llevar a cabo sus planes continentales ni sus proyectos coloniales y comerciales. Durante el año 1803-1804 estuvo preparando una flota para llevar a cabo una invasión de Inglaterra. El único almirante francés de prestigio era Latouche-Tréville, quien había declarado que "si dominamos los estrechos durante seis horas, dominaremos el mundo". Pero Latouche-Tréville murió cuando se realizaban estos preparativos y el proyecto tuvo que retrasarse. 


Cuando a finales de 1804, España entró en la guerra como aliada de Francia, ésta se sintió reforzada por el prestigio y la larga experiencia en el océano de la flota española. El almirante Villeneuve, nuevo comandante de la flota de Tolón, recibió órdenes de zarpar hacia las Antillas para atraer hacia aquellas aguas a la armada inglesa del almirante Nelson y poder así realizar la operación del desembarco en las indefensas costas inglesas. La primera parte del plan fue bien ejecutada. Villeneuve zarpó de Tolón el 30 de marzo de 1805 y Nelson le siguió, aunque no alcanzó las Indias Occidentales hasta el 4 de junio. 


Entretanto Rusia e Inglaterra habían firmado el tratado de San Petersburgo, mediante el que ambas naciones se comprometían a restablecer el equilibrio europeo frente a la actitud expansionista del emperador. El 9 de agosto se incorporó Austria a esta Tercera Coalición y poco después lo haría Suecia. Prusia se mantuvo de momento al margen con la esperanza de que los franceses devolverían Hannover como recompensa por la neutralidad de Berlín.Inglaterra iba a ser la primera beneficiada de esta nueva alianza europea, pues Napoleón se vio obligado a desistir de sus planes de ataque a Gran Bretaña para dirigir sus esfuerzos hacia el Este. La flota de Villeneuve recibió órdenes de regresar y se dirigió hacia Cádiz, donde fue bloqueada por el almirante Nelson. 


El 20 de octubre, la flota franco-española compuesta por 33 navíos intentó ganar el Mediterráneo pero fue alcanzada a la altura de Trafalgar por la escuadra británica compuesta por 27 unidades, incluido su buque insignia Victory. La superioridad de Villeneuve se vio contrarrestada por su impericia en las difíciles aguas del cabo de Trafalgar y su falta de destreza para maniobrar con los fuertes vientos de levante de aquella zona. Nelson, con mayor arrojo y audacia, consiguió hundir a 18 navíos enemigos e inutilizar a los 15 restantes. El precio que Inglaterra tuvo que pagar por la rotunda victoria de Trafalgar fue la muerte del propio almirante Horacio Nelson, que fue abatido por un disparo cuando se hallaba dirigiendo la batalla en el alcázar de su nave. Si Trafalgar ponía de manifiesto la superioridad inglesa en los mares, en el continente, Napoleón daba al mismo tiempo claras señales de su incontestable poderío terrestre. 


Casi simultáneamente a aquella batalla marítima, los ejércitos franceses asestaban el primer golpe a la coalición, cercando y obligando a rendirse en Ulm a un ejército austriaco de 50.000 hombres al mando del general Mack. En realidad, Austria se hallaba agotada financieramente y no había mostrado un gran entusiasmo por unirse a la Tercera Coalición. Aunque había perdido Bélgica y las provincias italianas en los tratados de Campo Formio y Lunéville, se conformaba con mantener las posesiones de los Habsburgo y su influencia en el sur de Alemania. Además, le preocupaba la actitud del joven zar Alejandro con sus ansias expansionistas. Sin embargo, no tuvo más remedio que unirse a la alianza contra Napoleón ante las pretensiones del emperador en Italia y en Baviera. 


En noviembre de 1805 las tropas francesas, avanzando desde Ulm por la cuenca del Danubio, entraron en Viena y siguieron avanzando hasta Moravia para enfrentarse a las fuerzas rusas que llegaban para secundar la resistencia austriaca. El 2 de diciembre, aniversario de su coronación como emperador, Napoleón a la cabeza de su ejército se enfrentó a sus enemigos en Austerlitz. El ejército francés, que estaba formado por 68.000 soldados, se estableció ante Brünn, al oeste del barranco de Goldbach, en un lugar lleno de lagunas. Enfrente, el ejército austro-ruso, formado por 90.000 hombres, que se había situado en la meseta de Pratzen, delante de Austerlitz. La intención de los aliados era la de desbordar el ala derecha de los franceses para cortarles la comunicación con Viena. Pero Napoleón, una vez iniciado el movimiento, lanzó al grueso de su ejército encabezado por Soult hacia el centro de las posiciones enemigas. La caballería francesa consiguió romper el frente y presionar hacia Austerlitz. Al mismo tiempo, Soult se desvió hacia la derecha para alcanzar a las últimas unidades de las tropas austro-rusas que habían avanzado primero. Cogidas por la cabeza y por la cola, estas tropas trataron de huir a través de las lagunas heladas, pero allí fueron diezmadas por la artillería francesa. Al final de la batalla de Austerlitz los austro-rusos habían perdido 20.000 soldados entre muertos y heridos y habían dejado 20.00 prisioneros. Los franceses, por su parte, habían tenido 8.000 bajas. 


Austria no tuvo más remedio que avenirse a la firma del tratado de Presburgo (26 de diciembre de 1805), en virtud del cual renunciaba a Venecia y a toda influencia en el sur de Alemania. Desde Viena, Napoleón proclamó también el destronamiento de los Borbones de Nápoles por haber participado en la coalición, y el nombramiento de su hermano José como nuevo monarca.Federico Guillermo III de Prusia, que mantenía una actitud dubitativa, pactó con Napoleón la cesión de los territorios germanos más occidentales y de Neuchátel en Suiza, a cambio de la ocupación de Hannover. Sin embargo, la agresiva política de Napoleón en Alemania, fundando la confederación del Rin en la que entraban Baviera, Württemberg, Badem, Berg y otros pequeños estados y declarándose su protector el 16 de julio de 1806, le hizo comprender el peligro de la expansión napoleónica. 


Prusia envió un ultimátum a Francia en octubre para que retirara sus tropas al otro lado del Rin. Pero Napoleón respondió situando a 160.000 hombres al norte de Baviera. El ejército prusiano, que aún conservaba la fama que le había proporcionado Federico el Grande, no había evolucionado y era lento de movimientos. Nada pudo hacer frente a la formidable maquinaria bélica de Napoleón, al que bastó una campaña de tres semanas para acabar finalmente con su enemigo en Jena y Auerstaedt el 14 de octubre. El 27 de ese mismo mes entraba en Berlín y Federico Guillermo se vio obligado a refugiarse en la Prusia Oriental.La derrota de Prusia dejaba a Napoleón frente a Rusia. 


Se adentró en las extensas llanuras de la Europa del Este y en Eylau tuvo que enfrentarse a un ejército ruso apoyado por contingentes prusianos. Por primera vez iba a experimentar el ejército francés la dureza de una campaña en el rigor del invierno en la Europa septentrional. La batalla de Eylau, el 8 de febrero de 1807, causó 45.000 bajas en total y no se solventó con un resultado decisivo. Tras unos meses de recuperación y reorganización, Napoleón tomó el puerto de Dantzig, de una gran importancia estratégica para el comercio inglés, y venció a los rusos en Friedland el 14 de junio. El zar Alejandro, que no se mostraba muy confiado en la ayuda de su aliada Inglaterra, pidió la paz en una famosa reunión que ambos mandatarios celebraron a bordo de una balsa sobre el río Niemen. El día 7 de julio se firmó en Tilsit el tratado con Rusia y dos días más tarde con Prusia. 


Ésta era la que salía peor parada, pues además de verse obligada a reducir su ejército, perdía los territorios que había arrebatado a Polonia desde 1772 y aquellos otros que estaban situados a la orilla izquierda del Elba. En total, perdía prácticamente la mitad de su población y se veía obligada a aceptar la presencia en su suelo de las tropas francesas. Finalmente, Federico Guillermo tuvo que reconocer a los hermanos de Napoleón, José, Luis y Jerónimo, como reyes de Nápoles, Holanda y Westfalia, respectivamente. Como señala Franklin L. Ford, el antiguo sistema de repúblicas satélites estaba dando paso a un complejo dinástico.Rusia, por su parte, no registró excesivas pérdidas, pero a cambio prometía mediar con Inglaterra para que firmase la paz, y si no lo hacía el zar Alejandro colaboraría con Napoleón para obligarla a ello. En realidad, lo que salió de la paz de Tilsit fue un reparto de las zonas de influencia en Europa de los dos emperadores. Rusia, que se adhería al sistema de bloqueo continental impuesto a Inglaterra, tendría libertad de acción al este del Vístula y Napoleón al oeste.
Soldados napoleónicos en la batalla de las Pirámides Entrada de Napoleón en Egipto, por el taller de J. Chéreau Mesa de los mariscales o de Austerlitz Batalla de Austerlitz, por Epinal Bonaparte cruzando San Bernardo Napoleón en la batalla de Rívoli, detalle de pintura de H. Philippoteaux

Napoleón en las Tullerías

Waterloo (película de Sergeï Bondarchuk, 1970)




Videos tu.tv

NAPOLEON la leyenda documental


diumenge, 9 de gener del 2011

LA DIETA A LO LARGO DE LA HISTORIA

FUENTE: http://www.lavanguardia.es/vida/20110108/54097667697/la-mejor-dieta-de-la-historia.html


América supuso una revolución culinaria, pero de gran lentitud

La mejor dieta de la historia

El orden instaurado por los árabes en las comidas perdura hasta hoy

LA VANGUARDIA 08/01/2011

Magda Carlas, Médica nutricionista
¿Qué se comía en un taller egipcio? ¿Y en la corte del Rey Sol? ¿Cuál ha sido la mejor dieta? Un viaje por la historia muestra que, curiosamente, los mejores criterios dietéticos correspondían a los monjes cristianos y a los árabes de Al Ándalus 
 
Portada del suplemento Estilos del sábado 8 de enero de 2010 

Si hay un común denominador de todas las civilizaciones es la necesidad de buscar alimento. Desde las más remotas, en donde la dieta se limitaba a alimentos crudos, hasta la actualidad, todas han tenido una cultura gastronómica que ha formado parte de su historia y que, sin duda, ha influido en ella, y que, por otra parte, nos explica también mucho sobre la forma de ser de cada una de esas sociedades.

Todavía hoy esta relación tiene plena vigencia. Por supuesto, ahora jugamos con ventaja. Nunca como ahora se han tenido tantos conocimientos sobre la nutrición, tanta disponibilidad y variedad de alimentos y tantos recursos para disfrutar de ellos. Sabemos lo que es adecuado para nuestra salud y al menos en teoría podemos elegir despensa y menú. Desde la perspectiva que nos da nuestra privilegiada situación, puede ser muy  interesante hacer un pequeño viaje al pasado y analizar la dieta de otras épocas y civilizaciones. Por supuesto sin pretensiones de exactitud y teniendo en cuenta que se trata sobre todo de hacer un recorrido histórico-dietético placentero.

Hacer este análisis con un mínimo de precisión no es fácil, ni siquiera como  divertimento. Y por muchas razones. Una de ellas es que no siempre hay documentación suficiente sobre cómo se comía en una u otra época. Muchas veces las evidencias alimentarias se obtienen del arte, de las manifestaciones literarias o de referencias indirectas posteriores. El contenido de las tumbas de los faraones con todos sus alimentos para hacer el último viaje al más allá nos ha dado mucha información sobre su alimentación, qué duda cabe, al igual que las pinturas murales o los objetos hallados, pero no es exactamente lo mismo que si hubiéramos encontrado un menú escrito con su dieta diaria.

Además, a menudo la documentación que existe habla de cómo comían las clases más poderosas, con lo cual la dieta el resto de la población, que es la gran mayoría, queda en el más oscuro de los olvidos. Este problema documental perdura de una forma notable hasta prácticamente la revolución industrial. Es más fácil encontrar el menú de un banquete de un rey en el siglo XVII que el de un campesino de la misma época, y lo que comían uno y otro, como es fácil imaginar, no tiene nada que ver. Por otro lado, cada zona geográfica tiene su propia alimentación y gastronomía con lo cual no es lo mismo hablar de la dieta de Occidente que de la asiática o de la centroafricana. Pero es que además dentro de la misma zona hay notables diferencias locales. La globalización, no lo olvidemos, es algo muy reciente. Es interesante ver cómo, por ejemplo, la famosa dieta mediterránea tiene matices muy diferentes según la época y zona.

Por tanto, a continuación vamos a hacer un ejercicio en el que veremos varias dietas basadas. De él se desprenden principalmente dos conclusiones: que la dieta sana es una preocupación moderna porque hasta hace relativamente poco las personas se preocupaban simplemente por comer, y hacerlo bien o mal era secundario; y que siempre en la historia, como ahora, la abundancia no tiene mucho que ver con comer de forma saludable.

EGIPTO

CERVEZA PARA EL OBRERO

Es increíble la variedad de alimentos de esta civilización que duró más de 3.000 años y que en realidad sólo contaba con los recursos naturales de las orillas del Nilo. En Egipto se cultivaban verduras comocebollas (que era uno de los vegetales más preciados), puerros y pepinos; diferentes cereales entre los que destaca el trigo, el centeno o la cebada; legumbres comolas lentejas, etcétera.

Egipto fue una verdadera potencia agrícola. Tenían diferentes tipos de carne gracias a la ganadería, como la de cabra, oveja, buey, ternera, y las aves. Y también fruta, como el higo, melón, sandía, granada o el dátil. Tenían por tanto una despensa bastante variada, sin olvidar la caza y el pescado y la miel para endulzar. Destacan dos alimentos clave: la cerveza, de la que parece que son pioneros en elaborarla, y el pan, caso en el que son también los primeros en consumir una masa de harina fermentada.

Heródoto escribe (siglo V a.C. ): “Todos temen que los alimentos fermenten. Sin embargo, los egipcios fabrican una masa de pan fermentada…” . Claro que la despensa de la población pobre no debía de ser tan fastuosa, especialmente si se trataba de un esclavo. Se sabe que la dieta de un esclavo egipcio se podía limitar a pan, cerveza, verduras, legumbres, dátiles, algo de queso y esporádicamente un poco de carne. Claro que al final dependería de la generosidad de su amo, pero parece que tenían acceso sobre todo a verduras, cereales y frutas.

ROMA

LUJO MÁXIMO PARA EL PATRICIO

La Roma imperial llegó a tener más de 6,5 millones de km2, por lo que es fácil imaginar la variedad de alimentos de los que disponía un patricio. No era extraño que hubiera en su dieta, en el momento álgido de expansión, ostras británicas, avestruz de África o especias de la India. En su alimentación diaria destacaban los cereales, frutas, aves, aceite de oliva y, por supuesto, vino. Una bebida que no era como la actual, sino que se servía mezclada con agua, miel o especias. El vino se llegó a considerar un alimento que tenía efectos positivos para la salud.

Tenían un condimento omnipresente: el garum, una pasta de pescado fermentada que se utilizaba para dar sabor a las comidas, y de sabor y olor tremendamente intenso. La cena era la comida más importante del día y se comía recostado en un especie de sofá. Fue en Roma donde apareció un refinamiento en los gustos culinarios y una visión de la comida como placer. Placer que, comoen los egipcios, no era igual para todos los estamentos sociales.

A diferencia de otras culturas, de Romanos queda un manual de cocina, 'De re coquinaria', de Marco Gavio Apicio (al parecer un acaudalado ciudadano que dilapidó en ágapes su fortuna). Un patricio romano cenaba a diario entrantes de pan con verduras, huevos y miel; un plato principal a base de carne que podía ser desde pollo hasta un ave de caza, postre a base de fruta, pasteles y también marisco. Parece ser que en una segunda fase de la cena sólo se bebía, por supuesto vino, y hasta bastante tarde. Un detalle: lo que no se  comía se tiraba directamente al suelo, para algo estaban los esclavos…

LA EDAD MEDIA CRISTIANA

LA VIRTUD DE LA VIDA MONÁSTICA


En estos diez siglos, la forma de alimentación vendrá determinada por dos factores clave: la estructura muy jerarquizada de la sociedad y la influencia de la religión. Así pues, la dieta de un campesino no tiene nada que ver con la del noble o la de un señor feudal –como sucede en otras culturas pero probablemente ahora aún más–. El campesino está sometido a las hambrunas cíclicas, fruto de las malas cosechas y de la parte de la producción que deben entregar al señor feudal y a la Iglesia. Su dieta en tiempos de bonanza se basa en el pan de harina poco refinada, legumbres, verduras, cerveza u otras bebidas alcohólicas.

Las pocas proteínas animales proceden de algún huevo ocasional y del cerdo, la única carne que tiene a su alcance y aun así en contadas ocasiones. En cambio, el noble toma una cantidad de carne mucho mayor, más variada y con animales de caza. Además, comían pan de harina blanca refinada y dulces, como el mazapán, con la miel como edulcorante más común. Las especias tienen una gran importancia, lo que hace que esta sea una cocina de sabores fuertes y cocciones básicas entre las que destaca el asado.
El vino era muy frecuente. Se utiliza la mesa para comer –sin mantel– y como único cubierto, el cuchillo, que es de uso individual, a diferencia del plato de sopa, que se comparte. El pescado se incluye muchas veces por obligación religiosa y son habituales el bacalao y el arenque. Empiezan a ser populares los potajes a base de legumbres, verduras y algo de carne. En esta época aparecen libros de cocina como el 'Sent Soví' (1324), primera obra culinaria europea en un idiomadistinto del latín, en este caso en catalán.

Una de las dietas más sanas es la que se sigue en los monasterios. Esta sería más o menos la dieta en un monasterio benedictino de los siglos XII o XIII: a diario, legumbres hervidas, verduras o lechuga, pan, una dosis limitada de vino y fruta; periódicamente algún huevo, queso y poquísima carne. Muchos de estos alimentos son cultivados en el propio huerto, en condiciones mejores que las de los campesinos, sometidos, como se decía anteriormente, a las hambrunas y a la entrega de parte de su propia cosecha.

LA EDAD MEDIA EN AL ÁNDALUS
 
BERENJENA, ALMENDRAS Y PASTELES
Simultáneamente a la austeridad medieval cristiana, la gastronomía árabe empezará a colonizar la Península a partir del siglo VIII, y su influencia, también en Europa, perdurará, en algunos aspectos, hasta la actualidad. Es sobre todo una alimentación basada en  verduras, legumbres y cereales.

La principal diferencia con la dieta cristiana es que los árabes no consumen cerdo ni bebidas alcohólicas por imperativo religioso; hay alimentos puros y alimentos impuros, ayunos –como en la cristiandad– y toda una serie de normas dietético-religiosas. Gracias a la cocina árabe se introdujo la berenjena, la alcachofa, los espárragos, la menta, las almendras y un largo etcétera. Probablemente, el turrón actual es una herencia en cierta medida de los árabes que por cierto eran muy aficionados a los postres dulces.

Hay que destacar la aportación de Zyryad (822) a la cocina de Al Ándalus. Una es el orden de los platos en una comida. Es decir, primero las sopas y caldos, después carne y pescados, y finalmente postres, un orden que permanece hasta ahora. Un menú convencional de un habitante de Al Ándalus podría ser: un guiso de bulgur o arroz con verduras y cordero, fruta y pasteles de almendras.

RENACIMIENTO

CAMBIO, PERO PARA UNOS POCOS

Llega una nueva visión del mundo y un verdadero alud de nuevos alimentos procedentes de América. Así pues, aparecen manjares tan cotidianos en la actualidad como la patata, el maíz, las judías, el tomate, el pimiento, el café, el cacahuete o el cacao. Por supuesto esto revoluciona los hábitos dietéticos aunque los nuevos alimentos se irán incluyendo en la dieta poco a poco. Además, serán las clases más ricas las que podrán acceder a ellos. Un ejemplo claro es el cacao, que se extendió rápidamente pero sobre todo entre las capas sociales más favorecidas porque era verdaderamente caro.

Aparece el tenedor en la mesa y las copas de vidrio. Las técnicas culinarias también se modernizan y empiezan a ser en cierta forma la base de las que perdurarán hasta ahora. Por cierto, Leonardo Da Vinci inventa los primeros electrodomésticos de cocina…

De todas formas en el mundo rural los cambios son más lentos. Este era el menú de una fiesta campesina en la Castilla del siglo XVI: potaje de legumbres, verduras, cerdo salado, carne asada de ave –un verdadero lujo–, pan blanco, vino y fruta.

SIGLOS XVII Y XVIII

SURGE EL GOURMET
Por primera vez la gastronomía se centra más en la calidad que en la cantidad. Surge una cocina más refinada, con menos especias y respetando mucho más el sabor del alimento. Los franceses son los reyes y surgen los primeros grandes chefs, que instauran modos de cocina de perviven hasta ahora. Surge el concepto de gourmet como persona que sabe apreciar la calidad y exquisitez de la comida.

La comida como placer triunfa de nuevo y hay grandes innovaciones en el recetario. François Pierre La Varenne es uno de los grandes cocineros innovadores de la época. Carème, maestro pastelero y cocinero de reyes y nobles, es el creador de los fondos y salsas diversas, así como de algunas normas higiénicas en la cocina que perdurarán hasta hoy. Poco a poco la buena cocina no sólo se encuentra en la casa de los ricos o nobles, sino que empieza, sobre todo en el siglo XVIII, a estar abierta, a través de los restaurantes, también a la burguesía.

Al mismo tiempo en las ciudades es más fácil encontrar los alimentos básicos en los mercados y más variedad. Y por supuesto la realeza sigue disfrutando de los menús más generosos. Este es el menú típico que se servía en la corte del Rey Sol en pleno siglo XVII: de primero un plato de carne hervida, salchichas, torta de perdiz y pollo en gelatina. De segundo asado, oreja de cerdo, huevos, alcachofas y cardo. Y por último un postre a base de fruta y pasteles. Sin olvidar el vino, que se servía con generosidad.

LA ERA INDUSTRIAL

LA CARNE LLEGA A TODOS

Con la revolución industrial del siglo XIX los alimentos dejan de ser sólo un resultado del trabajo manual y pasan también a industrializarse. El trabajo en el campo se mecaniza, surgen los sistemas de enlatado y esto hace que los recursos comestibles sean mucho más asequibles para todos. Los restaurantes se van institucionalizando, se crean las primeras industrias alimentarias importantes y las bebidas refrescantes embotelladas.

Todo lo anterior tiene una consecuencia: la comida llega más fácilmente a toda la población. El consumo de carne ya no es exclusivo de unos pocos, aunque sigue sin ser masivo, y el de pescado aumenta. En las ciudades empieza a encontrarse un número de creciente de pastelerías, panaderías, carnicerías… Es el momento en que la dieta va siendo más completa para todo el mundo.

Aparecen las cocinas de carbón frente a las de leña y en la mesa la cubertería ya es prácticamente como la conocemos hoy. Es interesante ver como la alta gastronomía española, aunque quizá no tan elaborada como la francesa de la época, también va evolucionando. El menú que ofreció Alfonso XII a Eduardo VII en 1876 para mostrarle la gastronomía española de la época es una buena muestra: cocido a la española, bacalao a  la vizcaína, vaca estofada con menestra a la andaluza, perdices escabechadas, ropa vieja a la castellana, calamares en salsa negra y pollo con arroz a la valenciana. Parece que al rey británico sólo le gustó el cocido.