dijous, 16 de setembre del 2010

El orígen de la expresión "tontos útiles"

Tontos útiles Josep María Ruiz Simón
LA VANGUARDIA, 7 de septiembre de 2010


El discurso sobre los tontos útiles ofrecía grandes posibilidades en la guerra fría

Este verano la BBC ha emitido un documental de John Sweeney sobre los tontos útiles. Weekly Standard, el boletín de la parroquia neoconservadora, ha levantado acta de estas emisiones publicando un par de artículos que subrayan la tesis que se mantiene en el segundo de sus capítulos: que no se trata de una especie en vías de extinción. Aunque la expresión no puede leerse en ninguno de sus documentos publicados, una leyenda tenaz atribuyó a Lenin la paternidad de este concepto con el que en la jerga de la guerra fría se describía a aquellos intelectuales occidentales de los que se quería dar a entender que, sin ser comunistas, ejercían, de palabra o de pensamiento, por obra o por omisión, como cómplices del régimen soviético. Con esta burda atribución, envolviendo el insulto como una cita, se presentaba a los así descritos como víctimas del fuego verbal supuestamente amigo.

La propaganda, que se sustenta sobre la hipótesis de la minoría de edad mental de la población biológicamente adulta, siempre tiene algo de pueril. Y mucho de juego estratégico. Durante la guerra fría, de acuerdo con una arraigada tradición, el equipo propagandístico del bando atlantista cedió a sus rivales el dominio del campo discursivo de la superioridad moral para poder así ganarles la espalda al contragolpe sin tener que demostrar la propia virtud. En este planteamiento táctico, el discurso sobre los tontos útiles ofrecía grandes posibilidades porque, además de poner en escena la contradicción entre la pretendida superioridad moral de los aludidos y la inmoralidad de quienes presuntamente los manipulaban, ejemplificaba que aquella hipotética superioridad era, en realidad, desde un punto de vista intelectual, simple ignorancia de los hechos y de la naturaleza de las cosas, inocente idealismo, pura bobería.

Resulta comprensible que, tras la caída del Muro y a pesar de la pérdida de poder simbólico de la momia de Lenin, los herederos del patrimonio propagandístico que salió victorioso de la guerra fría no quisieran desprenderse de un bien conceptual tan preciado. Quien más empeño puso en su reciclaje fue la analista política Mona Charen, antigua speech writer de Nancy Reagan en sus tiempos de primera dama. Dos años antes de popularizar los principales tópicos sobre las maldades del buenismo en su best-seller Do-Gooders, Charen había publicado, a la sombra del 11-S y con el choque de civilizaciones como telón de fondo, su primer libro de éxito, Useful idiots: How liberáis got it wrong in the cold war and stül blame America first (2003), en el que anunciaba a sus compatriotas que, aunque el enemigo era otro, contaba con los mismos tontos útiles de siempre. Siete años después, la BBC sigue pasando el mismo anuncio. Cada vez son más quienes venden una nueva guerra fría en el mercado de las ideas. Y sus vendedores suelen llamr tontos útiles a quines no quieren comprarlas.