dijous, 16 de setembre del 2010

El debate sobre el altruismo

Darwin y la moral (humana)

Darwin cambió para siempre la consideración del altruismo dotando a la filosofía moral de una metodología naturalista

Camilo José Cela Conde LA VANGUARDIA  12/09/2010

Y por qué deberíamos hacer caso a Darwin en relación con el estudio, o no digamos ya la propuesta, de las claves acerca de la moral humana? El padre de la evolución por selección natural era deudor de los pensamientos y actitudes de la sociedad victoriana. Cualquiera que haya leído su Descent of man, o sus cuadernos de notas, habrá podido comprobar el husmillo racista con el que Darwin habla de los pueblos inferiores -los indios fueguinos, en particular- y lo bien que le irá a la humanidad cuando desaparezcan. Por otra parte, el talante lamarckiano al que estuvo sujeto Darwin al carecer de una teoría de la herencia adecuada impregna también las propuestas acerca de lo que es el moral sense,el sentimiento moral que caracteriza nuestro comportamiento ético. Por añadidura, los filósofos suelen descalificar cualquier intento de fundamentación ya sea genética o, en general, biológica de la moral bajo el anatema de la falacia naturalista. Desde los tiempos de Hume, se considera falaz extraer conclusiones normativas -como son las que se refieren a los valores éticos- de enunciados empíricos -como es cualquier descripción acerca del comportamiento de cualquier animal, incluida nuestra especie-.
PARA SABER MÁS

PUBLICACIONES
  • Evolutionary ethics, aggression, and violence: Lessons from primate research. De Waal, F. B. M. (2004). The Journal of Law, Medicine & Ethics,32, 18-23.
  • Rational animals, S. Hurley & M. Nudds (Eds.), Oxford University Press.
  • Descartes´ two errors: Reason and reflection in the great apes. Call, J. (2005). Rational animals,219-234.
  • Altruism and fairness: Unnatural selection? Comptes Rendues de l´Académiedes Sciences (París), Biologies,333, 174-180. Cela-Conde, C. J.; Burges, L. M.; Nadal, M., & Olivera, A. (2010)
  • Historia de la ética, 3 (606-636). Cela Conde, C. J. Edición: V. Camps (2000)
  • The ethical primate,Mary Midgley, Routledge (1994)

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Y sin embargo...

¿Que por qué habríamos siquiera de seguir los pasos de Charles Darwin acerca del sentimiento moral? Porque no tenemos más remedio. Darwin cambió para siempre la consideración del altruismo dotando a la filosofía moral de una metodología naturalista de la que ningún autor serio escapa hoy. El guión es sencillo: el altruismo supone una fuerza fundamental para la cohesión de los grupos ya sean de insectos, de aves o de mamíferos, incluidos nosotros, los primates. La amplitud del fenómeno da una pista acerca de su origen por selección natural. Lo queramos o no, somos seres morales porque nuestra naturaleza nos impele a ello.

Por desgracia para el naturalismo, la obra de Darwin contiene también argumentos muy sólidos que obligan a calificar el acto moral de paradójico. La selección natural favorece la aptitud del individuo, no del grupo. Pese a ello, algunos seres (entre los que podemos encontrar hormigas, ratas y hombres) llevan a cabo cierto tipo de actos, denominados altruistas,que disminuyen la aptitud de quien actúa en favor la mayor parte de las veces de un pariente. ¿Cómo puede haberse fijado la tendencia hacia un rasgo así en nuestro código genético? Entre un gen que promoviese los actos egoístas y otro que convirtiera a su poseedor en un altruista, sería el primero el seleccionado. Por más que sepamos bien que plantear una relación directa entre un gen y una conducta compleja es absurdo, cualquier combinación compleja de alelos que tienda al altruismo debería ser eliminada por la selección natural.

Darwin no pudo resolver el problema. El neodarwinismo tampoco. Fue la sociobiología, a través de William D. Hamilton, la que proporcionó -¡en el año 1964, más de un siglo después de la aparición del libro canónico de Darwin!- un modelo adecuado acerca de la evolución del altruismo: la teoría de la selección de parentesco. Edward O. Wilson, el fundador de la sociobiología, ganó un premio Pulitzer al aplicar esa idea a la naturaleza humana, y Richard Dawkins se hizo de oro escribiendo sobre el gen egoísta. Pero de la solución de Hamilton se deriva otra dificultad manifiesta: hormigas, abejas, avispas, termitas, gambas parasitarias y ratas topo cuentan con lo que se llama conducta eusocial, un cuidado extremo de los miembros del grupo. Nosotros, los humanos, también somos altruistas obsesivos. Pero es del todo improbable que los mismos genes sean responsables de la conducta de animales tan diferentes entre sí. La condición eusocial es lo que se conoce en términos técnicos como una homoplasia, un carácter fijado varias veces por separado, durante la evolución, en diversos linajes. Dicho de otra forma, lo que el modelo de la selección de grupo explica en los insectos no tiene fuerza alguna para los humanos.

¿Y entonces? Nosotros, los naturalistas darwinianos, dormimos mal. Sabemos que Darwin tenía razón: el altruismo tiene una base genética, pero ¿cuál es? A la hora de querer explicar un problema, lo suyo es entenderlo antes. En esas estamos: analizando, de la mano de Franz de Waal, de Michael Tomasello, de Josep Call, lo que une y lo que separa a los humanos respecto de otros primates en aquello que hace al comportamiento moral. Rastreando con la ayuda de Antonio Damasio, de Joshua Greene o de Jorge Moll las claves cerebrales que se relacionan con la ética.


El colapso del egoísmo eficiente

No queda ya más remedio que 'reconstruir' la sociedad básandonos en la cooperación

José Manuel PérezTornero LA VANGUARDIA 12/09/2010

Egoísmo es seguir el deseo de uno mismo y buscar el bien propio. Altruismo,buscar el bien del otro, antes que el propio deseo. La humanidad ha oscilado entre estos principios. El estoicismo anulaba el egoísmo liberándonos del deseo. El cristianismo fomentó el altruismo mediante la caridad. El Humanismo y la Ilustración recuperaron el yo con individualidad y tolerancia. El socialismo propuso la abnegación en favor de la clase...Y el neoliberalismo reivindica la eficiencia del egoísmo, porque la mano invisible del mercado "hará que favorezca a la sociedad" (Smith). Esto consagró la ideología del egoísmo eficiente -codicia, narcisismo y consumismo -que quiso fundar lo social en el mercado de los egoísmos y prometió el edén, pero acabó trayéndonos inestabilidad, mentiras, corrupción (Stiglitz) y la vida líquida (Bauman). Las crisis (2000 y 2007) han evidenciado que, sin el contrapeso del respeto a los demás, el egoísmo eficiente nos ha llevado al colapso.
No queda ya más remedio que reconstruir la sociedad basándonos en la cooperación. Pero ¿será factible dentro de una moral y una política tan corroídas por décadas de exaltación del ego? Fácil, desde luego, no; pero no partimos de la nada. La cooperación empieza a ser valor en auge. En la vida cotidiana se dan infinidad de sentimientos y movimientos altruistas espontáneos, pero un sistema mediático, sometido aún a la cultura del egoísmo, tiende a hacerlos casi secretos. En el planeta hay, también, infinidad de minorías activas solidarias, pero un clima político de sumisión al egoísmo económico no les da ningún soporte institucional y no pasan de discretas.

Necesitamos, primero, una reingeniería mediática que haga ostensible el altruismo cotidiano. Para ello hay que ayudar a visualizar las fuentes espontáneas de la cooperación: la compasión, relaciones materno-filiales y familiares, amistad, vecindad, hospitalidad, ciudadanía... En segundo lugar, urge un cambio de paradigma político global. Hay que comprometer a las instituciones políticas en un auténtico compromiso de cooperación global. No uno basado en la dádiva graciable del Giving Pledge, sino en un cambio de rumbo: menos imposición propagandista y más diálogo; menos agresividad militar y más tolerancia cívica; menos depredación económica y más sostenibilidad... Entonces el movimiento altruista podrá dejar de ser secreto, para ser discreto y, finalmente, ostensible y dominante.