dimarts, 12 de maig del 2009

La expansión de los reinos hispánicos. Repoblación y reconquista






En el siglo VIII tendrá lugar uno de los hechos más determinantes para la historia de España: la invasión musulmana. En el año 711, los musulmanes se apoderan de un reino visigodo muy debilitado por las luchas intestinas. Hispania se convierte, a partir de entonces, en al-Andalus, una parte más del Imperio creado por Mahoma cien años antes. A lo largo de sus ocho siglos de existencia, al-Andalus será un escenario de mestizaje e intercambio, el puente a través del cual llega a Europa la herencia del saber del mundo clásico.

La invasión musulmana se desarrolla en varias expediciones a lo largo de cuatro años. Entre 711 y 725 toda la península ha sido ocupada, salvo pequeños núcleos en Asturias y los Pirineos. Tras unos años de sequía, los invasores se retiran tras los ríos Duero y Ebro. La retirada favorece la recuperación de los núcleos cristianos.

El pequeño reino de Asturias se convertirá en el punto de partida de la resistencia al invasor, la llamada Reconquista. Tras la legendaria batalla de Covadonga, hacia 720, Pelayo y otra serie de reyes asturianos expanden el reino. Navarra se mantiene independiente, mientras que Carlomagno ocupa los territorios al norte del Ebro, organizando los condados catalanes y la Marca Hispánica para frenar a los musulmanes.

En el siglo X, la zona musulmana de Hispania se ha convertido en Califato. Abderramán III y sus sucesores organizan una corte califal llena de lujo y boato, ampliándose la mezquita cordobesa y edificando la ciudad palaciega de Medina Azahara.

Por el lado cristiano, el reino de Asturias se convierte ahora en el de León. Ramiro II será su monarca más poderoso, derrotando a los musulmanes en Simancas en el año 939. A finales de siglo, sin embargo, la expansión de los reinos cristianos sufre un fuerte retroceso, debido al empuje de los musulmanes, dirigidos ahora por Almanzor.

La situación cambiará radicalmente en la centuria siguiente. Durante el siglo XI, el califato de Córdoba se desintegra en numerosos reinos, llamados de taifas. Galicia, León, Castilla, Navarra y Aragón se organizan como reinos, mientras que en Cataluña evolucionan los condados catalanes. La división musulmana favorece las incursiones leonesas, castellanas y aragonesas, en un avance demoledor.

La debilidad de los reinos de taifas y la presión de los ejércitos cristianos movieron a los andalusíes a llamar en su ayuda a la dinastía africana de los almorávides. Estos consiguen en el año 1086, en Sagrajas, frenar la expansión cristiana. Los almorávides controlarán al-Andalus durante cerca de 100 años, pero su poder acabará por debilitarse, lo que aprovechan los reinos cristianos para atacar. Los aragoneses ocupan el valle del Ebro.

Castellanos y leoneses toman la cuenca del Tajo, mientras que los portugueses ganan Lisboa. La presión de los cristianos motivará de nuevo la entrada de un pueblo musulmán africano, los almohades, que sustituirá en el gobierno de al-Andalus a los almorávides. El gran enfrentamiento entre cristianos y almohades se producirá en Alarcos...







También se dieron grandes batallas, como las de Sagrajas, Alarcos o las Navas de Tolosa. Cuando los cristianos lograban acabar con sus problemas internos, firmaban alianzas y conseguían levantar grandes ejércitos para luchar contra los musulmanes. El carácter de cruzada otorgado por los papas hizo que llegaran a la Península muchos caballeros del resto de Europa. En sentido contrario, las invasiones almorávide y almohade consiguieron unificar bajo su dominio a los diferentes reinos taifas y dificultar el avance cristiano.

Las batallas eran tumultuosas y en ellas tenía un papel destacado la caballería. Fuerza dotada de gran movilidad, entre los cristianos estaba compuesta por todo aquel que dispusiera de un caballo, lo que inmediatamente les daba el estatus de nobles. También entre los musulmanes la caballería fue un arma apreciada. Así, el gran jefe almorávide Yusuf ibn Tasufín dejó el poder a su hijo con la condición de que alzara un ejército de 17.000 jinetes.







En el siglo VIII tendrá lugar uno de los hechos más determinantes para la historia de España: la invasión musulmana. En el año 711, los musulmanes se apoderan de un reino visigodo muy debilitado por las luchas intestinas. Hispania se convierte, a partir de entonces, en al-Andalus, una parte más del Imperio creado por Mahoma cien años antes. A lo largo de sus ocho siglos de existencia, al-Andalus será un escenario de mestizaje e intercambio, el puente a través del cual llega a Europa la herencia del saber del mundo clásico.

La invasión musulmana se desarrolla en varias expediciones a lo largo de cuatro años. Entre 711 y 725 toda la península ha sido ocupada, salvo pequeños núcleos en Asturias y los Pirineos. Tras unos años de sequía, los invasores se retiran tras los ríos Duero y Ebro. La retirada favorece la recuperación de los núcleos cristianos. El pequeño reino de Asturias se convertirá en el punto de partida de la resistencia al invasor, la llamada Reconquista. Tras la legendaria batalla de Covadonga, hacia 720, Pelayo y otra serie de reyes asturianos expanden el reino. Navarra se mantiene independiente, mientras que Carlomagno ocupa los territorios al norte del Ebro, organizando los condados catalanes y la Marca Hispánica para frenar a los musulmanes.

En el siglo X, la zona musulmana de Hispania se ha convertido en Califato. Abderramán III y sus sucesores organizan una corte califal llena de lujo y boato, ampliándose la mezquita cordobesa y edificando la ciudad palaciega de Medina Azahara. Por el lado cristiano, el reino de Asturias se convierte ahora en el de León. Ramiro II será su monarca más poderoso, derrotando a los musulmanes en Simancas en el año 939. A finales de siglo, sin embargo, la expansión de los reinos cristianos sufre un fuerte retroceso, debido al empuje de los musulmanes, dirigidos ahora por Almanzor.

La situación cambiará radicalmente en la centuria siguiente. Durante el siglo XI, el califato de Córdoba se desintegra en numerosos reinos, llamados de taifas. Galicia, León, Castilla, Navarra y Aragón se organizan como reinos, mientras que en Cataluña evolucionan los condados catalanes. La división musulmana favorece las incursiones leonesas, castellanas y aragonesas, en un avance demoledor.

La debilidad de los reinos de taifas y la presión de los ejércitos cristianos movieron a los andalusíes a llamar en su ayuda a la dinastía africana de los almorávides. Estos consiguen en el año 1086, en Sagrajas, frenar la expansión cristiana. Los almorávides controlarán al-Andalus durante cerca de 100 años, pero su poder acabará por debilitarse, lo que aprovechan los reinos cristianos para atacar. Los aragoneses ocupan el valle del Ebro. Castellanos y leoneses toman la cuenca del Tajo, mientras que los portugueses ganan Lisboa. La presión de los cristianos motivará de nuevo la entrada de un pueblo musulmán africano, los almohades, que sustituirá en el gobierno de al-Andalus a los almorávides. El gran enfrentamiento entre cristianos y almohades se producirá en Alarcos...

Desde la entrada de las primeras tropas musulmanas, en el año 711, la península Ibérica había estado casi en su totalidad bajo el dominio islámico. Este predominio fue muy evidente durante los primeros siglos, en los que al-Andalus, la España musulmana, fue muy superior a los pequeños reductos cristianos.

La situación cambió a partir del siglo XI, cuando los reinos cristianos comenzaron a ganar terreno, en un largo proceso conocido como Reconquista. Durante los cinco largos siglos que duró este periodo, se alteraron periodos de lucha y paz, de avance y retroceso. Fueron también frecuentes los cambios en las alianzas, así como las guerras civiles. En algunas ocasiones, reyes cristianos se aliaban con los musulmanes para someter a un rey rival. En otras, gobernantes musulmanes pedían la ayuda de un rey cristiano para mantenerse en el poder.
Muchas veces el objetivo de las campañas era hostigar al rival. Se trataba de demostraciones de fuerza, razzias o expediciones rápidas emprendidas para capturar botín o esclavos. Aunque no se ocupaba terreno, se obligaba a las poblaciones sometidas a pagar impuestos o parias, a cambio de protección y de la garantía de no ser ocupadas.





Aunque en el primer tercio del siglo XI la mayor parte de la península Ibérica se halla bajo dominio musulmán, éste se encuentra también dividido en diferentes reinos, llamados taifas.

Algunas taifas, como las de Tortosa, Valencia, Denia y Almería, son gobernadas por nobles eslavos, llamados saqalibas, esclavos de origen europeo y del norte peninsular que ocupaban altos cargos en la administración y en el ejército califal. En otros casos, al frente de las taifas están personajes de la nobleza local, que han tomado el mando ante el vacío del poder central. Así ocurrió en Zaragoza, Lérida, Toledo, Badajoz, Sevilla, Córdoba y Murcia.

A estas grandes taifas acompañaban otras de menor extensión, como eran las de Albarracín, Alpuente, Silves, Mértola, Huelva, Santa María del Algarve, Niebla y Arcos. El panorama de la España musulmana se completaba con aquellas taifas en las que gobernaba una nobleza de origen berberisco, como eran los territorios de Carmona, Morón, Ronda, Algeciras, Granada y Málaga.

En el norte peninsular, el territorio cristiano se halla también dividido. Algunas regiones son reinos o están en proceso de serlo, como Galicia, Asturias y León, Castilla, Pamplona y Aragón, mientras que otras son condados, como los catalanes, Sobrarbe y Ribagorza. La frontera entre musulmanes y cristianos deja, en estos momentos, dos grandes áreas todavía despobladas, al sur del Duero y en su cabecera.