dimarts, 12 de maig del 2009

La expansión de los reinos hispánicos. Repoblación y reconquista






En el siglo VIII tendrá lugar uno de los hechos más determinantes para la historia de España: la invasión musulmana. En el año 711, los musulmanes se apoderan de un reino visigodo muy debilitado por las luchas intestinas. Hispania se convierte, a partir de entonces, en al-Andalus, una parte más del Imperio creado por Mahoma cien años antes. A lo largo de sus ocho siglos de existencia, al-Andalus será un escenario de mestizaje e intercambio, el puente a través del cual llega a Europa la herencia del saber del mundo clásico.

La invasión musulmana se desarrolla en varias expediciones a lo largo de cuatro años. Entre 711 y 725 toda la península ha sido ocupada, salvo pequeños núcleos en Asturias y los Pirineos. Tras unos años de sequía, los invasores se retiran tras los ríos Duero y Ebro. La retirada favorece la recuperación de los núcleos cristianos.

El pequeño reino de Asturias se convertirá en el punto de partida de la resistencia al invasor, la llamada Reconquista. Tras la legendaria batalla de Covadonga, hacia 720, Pelayo y otra serie de reyes asturianos expanden el reino. Navarra se mantiene independiente, mientras que Carlomagno ocupa los territorios al norte del Ebro, organizando los condados catalanes y la Marca Hispánica para frenar a los musulmanes.

En el siglo X, la zona musulmana de Hispania se ha convertido en Califato. Abderramán III y sus sucesores organizan una corte califal llena de lujo y boato, ampliándose la mezquita cordobesa y edificando la ciudad palaciega de Medina Azahara.

Por el lado cristiano, el reino de Asturias se convierte ahora en el de León. Ramiro II será su monarca más poderoso, derrotando a los musulmanes en Simancas en el año 939. A finales de siglo, sin embargo, la expansión de los reinos cristianos sufre un fuerte retroceso, debido al empuje de los musulmanes, dirigidos ahora por Almanzor.

La situación cambiará radicalmente en la centuria siguiente. Durante el siglo XI, el califato de Córdoba se desintegra en numerosos reinos, llamados de taifas. Galicia, León, Castilla, Navarra y Aragón se organizan como reinos, mientras que en Cataluña evolucionan los condados catalanes. La división musulmana favorece las incursiones leonesas, castellanas y aragonesas, en un avance demoledor.

La debilidad de los reinos de taifas y la presión de los ejércitos cristianos movieron a los andalusíes a llamar en su ayuda a la dinastía africana de los almorávides. Estos consiguen en el año 1086, en Sagrajas, frenar la expansión cristiana. Los almorávides controlarán al-Andalus durante cerca de 100 años, pero su poder acabará por debilitarse, lo que aprovechan los reinos cristianos para atacar. Los aragoneses ocupan el valle del Ebro.

Castellanos y leoneses toman la cuenca del Tajo, mientras que los portugueses ganan Lisboa. La presión de los cristianos motivará de nuevo la entrada de un pueblo musulmán africano, los almohades, que sustituirá en el gobierno de al-Andalus a los almorávides. El gran enfrentamiento entre cristianos y almohades se producirá en Alarcos...







También se dieron grandes batallas, como las de Sagrajas, Alarcos o las Navas de Tolosa. Cuando los cristianos lograban acabar con sus problemas internos, firmaban alianzas y conseguían levantar grandes ejércitos para luchar contra los musulmanes. El carácter de cruzada otorgado por los papas hizo que llegaran a la Península muchos caballeros del resto de Europa. En sentido contrario, las invasiones almorávide y almohade consiguieron unificar bajo su dominio a los diferentes reinos taifas y dificultar el avance cristiano.

Las batallas eran tumultuosas y en ellas tenía un papel destacado la caballería. Fuerza dotada de gran movilidad, entre los cristianos estaba compuesta por todo aquel que dispusiera de un caballo, lo que inmediatamente les daba el estatus de nobles. También entre los musulmanes la caballería fue un arma apreciada. Así, el gran jefe almorávide Yusuf ibn Tasufín dejó el poder a su hijo con la condición de que alzara un ejército de 17.000 jinetes.







En el siglo VIII tendrá lugar uno de los hechos más determinantes para la historia de España: la invasión musulmana. En el año 711, los musulmanes se apoderan de un reino visigodo muy debilitado por las luchas intestinas. Hispania se convierte, a partir de entonces, en al-Andalus, una parte más del Imperio creado por Mahoma cien años antes. A lo largo de sus ocho siglos de existencia, al-Andalus será un escenario de mestizaje e intercambio, el puente a través del cual llega a Europa la herencia del saber del mundo clásico.

La invasión musulmana se desarrolla en varias expediciones a lo largo de cuatro años. Entre 711 y 725 toda la península ha sido ocupada, salvo pequeños núcleos en Asturias y los Pirineos. Tras unos años de sequía, los invasores se retiran tras los ríos Duero y Ebro. La retirada favorece la recuperación de los núcleos cristianos. El pequeño reino de Asturias se convertirá en el punto de partida de la resistencia al invasor, la llamada Reconquista. Tras la legendaria batalla de Covadonga, hacia 720, Pelayo y otra serie de reyes asturianos expanden el reino. Navarra se mantiene independiente, mientras que Carlomagno ocupa los territorios al norte del Ebro, organizando los condados catalanes y la Marca Hispánica para frenar a los musulmanes.

En el siglo X, la zona musulmana de Hispania se ha convertido en Califato. Abderramán III y sus sucesores organizan una corte califal llena de lujo y boato, ampliándose la mezquita cordobesa y edificando la ciudad palaciega de Medina Azahara. Por el lado cristiano, el reino de Asturias se convierte ahora en el de León. Ramiro II será su monarca más poderoso, derrotando a los musulmanes en Simancas en el año 939. A finales de siglo, sin embargo, la expansión de los reinos cristianos sufre un fuerte retroceso, debido al empuje de los musulmanes, dirigidos ahora por Almanzor.

La situación cambiará radicalmente en la centuria siguiente. Durante el siglo XI, el califato de Córdoba se desintegra en numerosos reinos, llamados de taifas. Galicia, León, Castilla, Navarra y Aragón se organizan como reinos, mientras que en Cataluña evolucionan los condados catalanes. La división musulmana favorece las incursiones leonesas, castellanas y aragonesas, en un avance demoledor.

La debilidad de los reinos de taifas y la presión de los ejércitos cristianos movieron a los andalusíes a llamar en su ayuda a la dinastía africana de los almorávides. Estos consiguen en el año 1086, en Sagrajas, frenar la expansión cristiana. Los almorávides controlarán al-Andalus durante cerca de 100 años, pero su poder acabará por debilitarse, lo que aprovechan los reinos cristianos para atacar. Los aragoneses ocupan el valle del Ebro. Castellanos y leoneses toman la cuenca del Tajo, mientras que los portugueses ganan Lisboa. La presión de los cristianos motivará de nuevo la entrada de un pueblo musulmán africano, los almohades, que sustituirá en el gobierno de al-Andalus a los almorávides. El gran enfrentamiento entre cristianos y almohades se producirá en Alarcos...

Desde la entrada de las primeras tropas musulmanas, en el año 711, la península Ibérica había estado casi en su totalidad bajo el dominio islámico. Este predominio fue muy evidente durante los primeros siglos, en los que al-Andalus, la España musulmana, fue muy superior a los pequeños reductos cristianos.

La situación cambió a partir del siglo XI, cuando los reinos cristianos comenzaron a ganar terreno, en un largo proceso conocido como Reconquista. Durante los cinco largos siglos que duró este periodo, se alteraron periodos de lucha y paz, de avance y retroceso. Fueron también frecuentes los cambios en las alianzas, así como las guerras civiles. En algunas ocasiones, reyes cristianos se aliaban con los musulmanes para someter a un rey rival. En otras, gobernantes musulmanes pedían la ayuda de un rey cristiano para mantenerse en el poder.
Muchas veces el objetivo de las campañas era hostigar al rival. Se trataba de demostraciones de fuerza, razzias o expediciones rápidas emprendidas para capturar botín o esclavos. Aunque no se ocupaba terreno, se obligaba a las poblaciones sometidas a pagar impuestos o parias, a cambio de protección y de la garantía de no ser ocupadas.





Aunque en el primer tercio del siglo XI la mayor parte de la península Ibérica se halla bajo dominio musulmán, éste se encuentra también dividido en diferentes reinos, llamados taifas.

Algunas taifas, como las de Tortosa, Valencia, Denia y Almería, son gobernadas por nobles eslavos, llamados saqalibas, esclavos de origen europeo y del norte peninsular que ocupaban altos cargos en la administración y en el ejército califal. En otros casos, al frente de las taifas están personajes de la nobleza local, que han tomado el mando ante el vacío del poder central. Así ocurrió en Zaragoza, Lérida, Toledo, Badajoz, Sevilla, Córdoba y Murcia.

A estas grandes taifas acompañaban otras de menor extensión, como eran las de Albarracín, Alpuente, Silves, Mértola, Huelva, Santa María del Algarve, Niebla y Arcos. El panorama de la España musulmana se completaba con aquellas taifas en las que gobernaba una nobleza de origen berberisco, como eran los territorios de Carmona, Morón, Ronda, Algeciras, Granada y Málaga.

En el norte peninsular, el territorio cristiano se halla también dividido. Algunas regiones son reinos o están en proceso de serlo, como Galicia, Asturias y León, Castilla, Pamplona y Aragón, mientras que otras son condados, como los catalanes, Sobrarbe y Ribagorza. La frontera entre musulmanes y cristianos deja, en estos momentos, dos grandes áreas todavía despobladas, al sur del Duero y en su cabecera.

ARTE ROMÁNICO. La vida en un monasterio, en un castillo y en una ciudad medieval . Peregrinaciones. Cruzadas







Las conquistas técnicas realizadas en las diferentes escuelas carolingias serán el germen del nacimiento de un nuevo estilo artístico: el Románico, heredero de la tradición romana y estrechamente vinculado al cristianismo.

Cronológicamente, el Románico se desarrolla a lo largo de los siglos XI, XII y buena parte del XIII. Geográficamente, afecta con mayor intensidad a los países más profundamente romanizados, como Francia, Italia y España. Pero lo más significativo de este estilo será su uniformidad, conseguida gracias a la labor de las órdenes monásticas y a la generalización de las peregrinaciones.

La arquitectura románica creó un templo abovedado, de interiores oscuros que mueven al recogimiento y un exterior sólido y equilibrado. De esta manera, surge el primer estilo internacional, con un ámbito europeo.





El aumento de la seguridad en las tierras occidentales desde el siglo XI traerá consigo la generalización de las peregrinaciones y el desarrollo de un tipo de iglesia característica del mundo románico: la iglesia de peregrinación.

Nos encontramos ante una planta en forma de cruz latina, con tres o cinco naves, siendo la central más alta y ancha que las laterales. Sobre estas se ubican las galerías para que descansen los peregrinos. El crucero presenta habitualmente un cimborrio o una cúpula.

Alrededor de las naves laterales nos encontramos con pequeñas capillas. Para que los peregrinos circulen sin obstáculos por el interior del templo y admiren las reliquias que se guardan en el altar mayor, la nave lateral rodea a este altar formando la girola o deambulatorio.

El arco preferido por los arquitectos románicos es el de medio punto. El desarrollo en profundidad de este arco genera la bóveda de cañón que se refuerza mediante arcos fajones. En las naves laterales se emplea la bóveda de arista, formada por el cruce de dos bóvedas de cañón en ángulo recto. El ábside se suele cubrir con una bóveda de cuarto de esfera. Los arcos se sostienen con pilares cruciformes o pilares con columnas adosadas.

Al exterior y debido al considerable peso de las bóvedas, los muros son de gran espesor y apenas existen vanos. Estos muros recogen las cargas laterales de la bóveda y los dirigen hacia los contrafuertes.

La disposición de las tres o cinco naves también se manifiesta en el exterior en las portadas monumentales que dan acceso al templo. También es apreciable el brazo del transepto que cruza las naves de manera perpendicular. El campanario y las torres completan el edificio.


Fuente: http://www.youtube.com/watch?v=nryGmhIowBE



Buena parte de la vida económica, social y cultural de las gentes medievales se articulaba en torno al Monasterio. Desde finales del siglo IV, el ideal de vida ascético promovió la multiplicación de fundaciones, con el objetivo de difundir la vida espiritual entre las poblaciones rurales.
El edificio principal del monasterio era la iglesia, más o menos grandes dependiendo de las posibilidades de la comunidad. El claustro, con jardín y fuente, es el centro de la vida monástica. Aquí los monjes meditan y encuentran algo de esparcimiento.
En los scriptoria, los monjes amanuenses se dedican a copiar textos. Los libros se conservan en la biblioteca. Cocina, dormitorios, refectorios y sala capitular, completan las dependencias del monasterio.
Autosuficientes, los monasterios disponían de huertos y granjas. Para trabajar en ellos, contaban con el servicio de campesinos dependientes, pues los monasterios actuaban como grandes propietarios o señores.
Simultáneamente, los monjes actuaban en oficios varios, como sastres, zapateros, tejedores, carpinteros o albañiles. Ora et labora, el oficio manual se consideraba tan importante como el ejercicio del espíritu.

El arquitecto románico concentrará toda la decoración del templo en las portadas, los capiteles del interior y del exterior, y en las cornisas o aleros.

La puerta es concebida como una serie de arcos decrecientes y progresivamente rehundidos que se denominan arquivoltas, dotando a la puerta de aspecto abocinado.

El arco de la puerta se decora con un tímpano y si la puerta es ancha, es reforzada por un dintel y una columna central denominada parteluz. El escultor no duda en adosar figuras a las jambas y a los capiteles e incluso a las arquivoltas.

Una de las portadas más características del Románico es la de la antigua iglesia abacial de Saint-Pierre en Moissac.

En el tímpano se representa la visión del "Apocalipsis" de San Juan; el centro está ocupado por Jesucristo en majestad, rodeado de los cuatro símbolos de los Evangelistas

-el águila de san Juan,
el león de san Marcos,
el toro de san Lucas
y el ángel de san Mateo-

flanqueados por dos ángeles que sostienen pergaminos de papel, aludiendo al Juicio Final.

Los veinticuatro ancianos ocupan el resto del espacio, los de la franja inferior bajo el mar de cristal.

El dintel está decorado por ruedas de fuego que simbolizan el fuego infernal del Apocalipsis.

Las dos jambas en las que reposa el conjunto tienen un perfil dentado formando olas, apareciendo las estatuas en relieve de San Pedro e Isaías.

En el parteluz observamos tres parejas de leones rampantes, dispuestos transversalmente, que sujetan el dintel. Algunos expertos los relacionan con Cristo pero también podrían aludir al mal.


EL MONASTERIO MEDIEVAL



El monasterio será una de las piezas fundamentales de la sociedad medieval. Las primeras fundaciones monásticas se remontan a los primeros siglos del Cristianismo, si bien recordaban en numerosos aspectos a los eremitas. Serán san Columbano y san Benito de Nursia quienes, en el siglo VI, establezcan las reglas que regirán a partir de entonces las vidas de los monasterios.
San Benito consideró que la comunidad debía de estar dirigida por un padre o abad que vigila a sus hijos y les guía en la espiritualidad, la humildad y el silencio. Al acceder a la comunidad, el novicio abandona el mundo, pues ha de aceptar los votos de castidad, pobreza y obediencia. La estricta regla benedictina se basó en dos principios de comportamiento fundamentales: "ora et labora".

Tomando como modelo el monasterio suizo de Saint Gall, los cenobios se estructuran de una manera muy similar. Las construcciones se organizaban alrededor de la gran iglesia abacial, lugar en el que los monjes realizan sus rezos. El claustro era el centro de la vida religiosa y a su alrededor se construían los demás edificios. En la sala capitular los monjes se reunían en capítulo, asamblea en la que se decidían las cuestiones que afectaban a la vida de la comunidad. El refectorio era una amplia sala donde se disponían largas mesas y bancos, en los que los monjes comían en silencio.

Según la importancia del monasterio, un buen número de dependencias completaban estas pequeñas ciudades sagradas.

Para luchar contra la relajación de costumbres por parte del clero, a lo largo del tiempo se produjeron importantes reformas monásticas, entre las que destacan dos: Cluny y el Cister.
Ambos movimientos reformistas serán los responsables a su vez del desarrollo de dos movimientos artísticos: el románico y el gótico, respectivamente.

En la Península Ibérica los monasterios tendrán su momento de mayor auge a partir del siglo X. Reyes y nobles promoverán su construcción, les aportarán cuantiosas rentas y les concederán importantes privilegios fiscales y económicos. No en balde, la monarquía veía en los monasterios una interesante herramienta para repoblar las tierras recién conquistadas a los musulmanes de al-Andalus...



LA VIDA EN UN MONASTERIO MEDIEVAL






Uno de los documentos más importantes de toda la época medieval es el plano de Saint Gall que se conserva en la biblioteca de esta localidad suiza. Gracia a él podemos observar cómo los monjes realizaron el proyecto de un monasterio. El plano fue dibujado poco antes del año 829 en tinta roja sobre cinco hojas de pergamino, siendo encargado por el abad Gozberto. Con este plano podemos reconstruir idealmente el proyecto, que concebía el monasterio como una pequeña ciudad autosuficiente.

Las construcciones se organizaban alrededor de la gran iglesia abacial, diseñada con planta basilical, dos ábsides y dos torres a los pies. En el lado sur se ubicaría el claustro, centro de la vida religiosa. En la zona este se encuentran los dormitorios; el refectorio en el sur y en el oste la bodega.

La zona este del monasterio está ocupada por el convento de los novicios, el cementerio, la huerta con su respectiva casa, los gallineros y la casa del palafrenero.

Otra iglesia enlaza el convento novicial con el hospital, a cuyo alrededor se localizan la cocina, los baños, la enfermería, la casa del médico y el huerto con las plantas medicinales.

En el norte encontramos la biblioteca, la casa del abad, la escuela y la hospedería. En el ala oeste se ubican las caballerizas, la entrada principal, las viviendas de los siervos y los edificios de las granjas. En el sur se hallan la residencia de los peregrinos, un nuevo grupo de granjas, la cocina anexa a la panadería y la cervecería y tras estas estancias los molinos. Los dormitorios de los artesanos y otra granja completan el conjunto.

En estas pequeñas ciudades sagradas podemos apreciar normas de trazado urbanístico que habían sido abandonadas en las ciudades de la época. A causa de la ambición del proyecto nunca se levantó este monasterio pero sirvió como referencia para los arquitectos cistercienses del siglo XII.


Buena parte de la vida económica, social y cultural de las gentes medievales se articulaba en torno al Monasterio. Desde finales del siglo IV, el ideal de vida ascético promovió la multiplicación de fundaciones, con el objetivo de difundir la vida espiritual entre las poblaciones rurales.

El edificio principal del monasterio era la iglesia, más o menos grandes dependiendo de las posibilidades de la comunidad. El claustro, con jardín y fuente, es el centro de la vida monástica. Aquí los monjes meditan y encuentran algo de esparcimiento.

En los scriptoria, los monjes amanuenses se dedican a copiar textos. Los libros se conservan en la biblioteca. Cocina, dormitorios, refectorios y sala capitular, completan las dependencias del monasterio.

Autosuficientes, los monasterios disponían de huertos y granjas. Para trabajar en ellos, contaban con el servicio de campesinos dependientes, pues los monasterios actuaban como grandes propietarios o señores.

Simultáneamente, los monjes actuaban en oficios varios, como sastres, zapateros, tejedores, carpinteros o albañiles. Ora et labora, el oficio manual se consideraba tan importante como el ejercicio del espíritu.



EL CASTILLO MEDIEVAL




Junto a la catedral, el edificio de mayor relevancia en la época medieval es el castillo. La ciudad del Medievo se levantaba en sus cercanías para servir de refugio a los habitantes en caso de ataque exterior. El castillo era casi inexpugnable para el enemigo y solía situarse en un terreno elevado, rodeado de foso, estando construido principalmente en piedra. Fuertes murallas y torres defensivas le otorgaban un aspecto inaccesible.

A través de un puente levadizo se accede a la barbacana que da paso a la fortaleza. Cruzada la puerta principal nos encontramos en el patio de armas. Desde aquí podemos contemplar la residencia señorial, la torre del homenaje, las cocinas y el salón principal, al que se accede por una triple arquería.

En el salón principal celebraba el señor sus banquetes y reuniones. La sala se organizaba a través de amplias mesas rectangulares a cuyo alrededor se colocaban bancos para asentar a los comensales. Sobre una tarima se ubicaba la mesa principal donde el señor y su familia presidían el banquete sentados en sillas. Las paredes estaban escasamente decoradas, distinguiéndose en ellas trofeos de caza, armaduras o estandartes. El suelo era de madera y el techo estaba constituido por vigas transversales también de madera.








LUGARES DE PEREGRINACIÓN




Cada año, son miles los peregrinos cristianos que visitan lugares vinculados a la vida de Cristo, los apóstoles y la Virgen María, como Belén, Jerusalén y otros puntos de Galilea.
Fuera de Tierra Santa, el principal centro de peregrinación es Roma, la residencia del Papa católico. A partir de la Edad Media Roma rivaliza con Santiago de Compostela, donde se encuentra el sepulcro del apóstol Santiago. Otro importante lugar de peregrinación cristiana es Canterbury, en Inglaterra, en donde se hallan los restos de Santo Tomás Becket.
También son objeto de peregrinación lugares en los que los devotos dicen haber visto a la Virgen. Los más visitados son Fátima, en Portugal; Lourdes, en Francia; Czestochowa, en Polonia o Medjugorje, en Bosnia. Por último, en el Monte Athos, en Grecia, tiene la tradición ortodoxa su más importante lugar de peregrinaje.




EL CAMINO DE SANTIAGO



El descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago en Galicia convertirá a Compostela en el principal centro de peregrinación del oeste europeo. Santiago estuvo predicando en tierras de Hispania, y tras su muerte en Jerusalén, sus discípulos llevaron su cuerpo al lugar donde había predicado.

El auge de las peregrinaciones durante la Edad Media supondrá la creación de una serie de rutas que tienen su origen en Francia y como destino la catedral compostelana.

Partiendo de las ciudades francesas de Arles, Le Puy, Orleans y Vezelay, la Ruta Jacobea se introduce en España a través de Roncesvalles y Jaca. El camino discurre por tierras de Navarra, Aragón, La Rioja, Castilla y León, para atravesar Galicia y llegar a Santiago. Ésta es la ruta más popular, el llamado Camino Francés.

Pero existen otros caminos que nos llevan a Compostela. El llamado Camino del Norte discurre por el País Vasco, Cantabria y Asturias hasta llegar a Santiago cruzando la provincia de Lugo. Otra ruta cruzaba Portugal y otra, que sigue la antigua Vía de la Plata, parte de la ciudad de Sevilla para dirigirse al mismo destino.

El Camino irrumpe en la Península por tierras navarras. Roncesvalles es el punto de partida de nuestra ruta. Su nombre evoca la legendaria derrota sufrida por Carlomagno frente a los vascones. Desde aquí, entre bosques y pastos, el peregrino llega a Pamplona. Fundada por Pompeyo el Grande, se convertirá en la capital del próspero reino medieval de Navarra. El viajero pronto se encuentra ante su magnífica catedral gótica, construida en el siglo XIV.
Nuestros pasos se dirigen ahora hacia Puente la Reina, una de las villas principales del Camino. Aquí se unen la ruta por la que estamos avanzando con la procedente de Somport. El viajero que llega desde tierras aragonesas ha dejado atrás dos importantes hitos jacobeos: Jaca y Sangüesa. Jaca fue capital del reino de Aragón y sede episcopal en el siglo XI. De esta época de esplendor aún se conserva la catedral, una de las joyas del Románico peninsular...




La catedral de Santiago de Compostela.



La obra que culmina el románico en la península Ibérica es la catedral de Santiago de Compostela. El obispo Gelmírez será el principal promotor del proyecto en el último tercio del siglo XI.

La catedral presenta una planta característica de las iglesias de peregrinación, con tres naves, amplio crucero también de tres naves con capillas semicirculares y una girola que presenta capillas radiales.

Sobre las naves laterales y las del transepto corre una tribuna que contrarresta el empuje de las bóvedas de cañón de la nave central, permitiendo crear un espacio en el que los peregrinos podrían asistir al culto. Estas tribunas se cubren con bóvedas de cuarto de esfera.
La elevada nave central se cubre con bóveda de cañón y tiene casi 22 metros de altura, apoyándose en pilares de basa cuadrada y circular que se alternan. Sobre el transepto se eleva un gran cimborrio.

Las obras de la catedral se finalizan en 1168 con la contratación, por parte de Fernando II, del Maestro Mateo, el arquitecto que diseña la cripta sobre la que se asienta el último tramo de las naves y el pórtico entre las dos torres. La cripta servirá para salvar el desnivel del terreno, y sobre ella se alza la gran fachada occidental, tras la que se encuentra el famoso Pórtico de la Gloria. El edificio se proyectó con nueve torres que aportaban al conjunto un acentuado aspecto de fortaleza. Las torres de la fachada occidental se sustituyeron en el siglo XVIII por la famosa fachada del Obradoiro, labrada en estilo barroco por Casas y Novoa.


Vida cotidiana en el Camino de Santiago




Las poblaciones medievales están generalmente rodeadas por una muralla defensiva, en la que varias puertas abren a los caminos más importantes. El trazado urbano es sinuoso e irregular, existiendo a veces zonas despobladas. Las ciudades tienen diferentes barrios, que agrupan a la población en función de su procedencia, su religión o su actividad.

CASTILLO

El castillo medieval era la residencia privada del señor feudal. El castillo era, al mismo tiempo, un hogar y una fortaleza, defendida por altas murallas y gruesos muros. Aquí se podía resguardar la población en caso de un ataque.

La habitación principal del castillo era el salón, que se usaba para comer, dormir y atender los asuntos cotidianos. Mientras degustaban ricos platos, los señores feudales podían disfrutar de la música interpretada por un juglar o de las gracias realizadas por los bufones.

El cuerpo de soldados que vivían en un castillo y lo defendían se llamaba guarnición. A cambio del alojamiento y comida, peleaban por el señor y defendían el castillo.

Los soldados vestían cotas de malla y placas de metal para protegerse de los golpes. Entre sus armas estaban las espadas, arcos, ballestas, mazas o lanzas.

IGLESIA

Después del señor feudal, el personaje más importante de un pueblo medieval es el párroco. Es una persona respetada y su cultura, algo superior a la del resto, hace que todo el mundo acuda a solicitar su consejo.

El cura tiene derecho a percibir una décima parte de lo que produce cada aldeano. Este impuesto se llama diezmo. Es obligatorio acudir a misa todos los domingos y festivos. Durante el servicio, la mayoría de la gente está de pie o de rodillas, porque no hay asientos. El cura explica la misa en latín.



LAS CRUZADAS



La ocupación de los Santos Lugares de Palestina por los musulmanes provocó que, a partir del siglo XI, la Cristiandad organice sucesivas expediciones, llamadas Cruzadas, y que se creen las órdenes militares para recuperarlos y defenderlos. Estas expediciones se iniciaron con el llamamiento hecho a la Cristiandad por el papa Urbano II en el año 1095 para conquistar Jerusalén.

En total, entre 1095 y 1270 se organizaron ocho Cruzadas oficiales. Los puntos de partida fueron ciudades como Toulouse, Tours, Londres, París, Verdún, Ratisbona, Venecia o Roma. Todas las expediciones tenían como objetivo llegar, bien por tierra o por mar, a Palestina.
El fervor cristiano de las poblaciones hacía que al llamamiento de Cruzada respondieran ricos y pobres, incluso niños. Las expediciones estaban formadas por miles de personas, caballeros y soldados de a pie, cuyo camino estaba lleno de penalidades, llegando muchos a perecer durante el trayecto. Todos ellos llevaban cosida a sus ropas la señal de la cruz.

Los caballeros e infantes cruzados presentaban equipamientos distintos, debido a su diferente procedencia y origen social. El caballero cruzado vestía, en general, una cota de malla, siendo el arma más usual la espada, aunque también utilizaban otras robadas al enemigo. Por su parte, los escudos evolucionaron haciéndose más pequeños y ligeros.

La Primera Cruzada fue un éxito sorprendente. La desunión de los musulmanes permitió tomar Antioquía y Jerusalén y formar varios estados latinos en Oriente Medio. La defensa de estos pequeños estados se basó en las numerosas fortalezas levantadas por los Cruzados.

Sin embargo, presionados los estados latinos por los musulmanes, los reinos cristianos enviaron nuevas expediciones, que no resultaron tan fáciles. La desunión de los ejércitos cristianos, la falta de efectivos y la superior organización de los musulmanes hizo que una tras otra las cruzadas se saldaran en fracaso, perdiendo finalmente sus conquistas a manos del enemigo. Después de la caída de Acre, en 1291, la victoria de las tropas musulmanas fue total y definitiva.


Las poblaciones medievales están generalmente rodeadas por una muralla defensiva, en la que varias puertas abren a los caminos más importantes. El trazado urbano es sinuoso e irregular, existiendo a veces zonas despobladas. Las ciudades tienen diferentes barrios, que agrupan a la población en función de su procedencia, su religión o su actividad.



CLUNY




En uno de sus dominios de la región de Borgoña, el duque Guillermo de Aquitania fundó en el siglo X el monasterio de Cluny, desde donde se promoverá una nueva concepción de la vida religiosa, inspirada en la regla benedictina. Cluny se convertirá en la casa madre de unas 1.500 abadías.

La distribución que tenía en el monasterio en el siglo XII tiene como base el plano de Saint Gall, del siglo IX. El centro de la vida monástica era la gran iglesia, una de las más grandes del mundo cristiano, con cinco naves, dos transeptos y un gran ábside en la cabecera.

A los pies del templo se hallaba los establos, un edificio en forma de L que tenía a continuación la fábrica de conservas y las letrinas.

El claustro y la sala capitular eran los otros centros de la vida en el monasterio. Alrededor del claustro estaba el refectorio, los dormitorios, la cocina y almacén y la panadería. Más alejado del conjunto monástico se encontraban el hospital y la hospedería.

Durante la Revolución Francesa se destruyeron la mayoría de los edificios monásticos ya que para los ilustrados, Cluny suponía un símbolo del poder eclesiástico. Sólo se conserva en pie parte del brazo sur del transepto.



EL ROMÁNICO EN CATALUÑA Y NAVARRA



A lo largo de los siglos XI y XII se desarrolla en Europa un estilo artístico identificativo denominado Románico, pues, este arte indudablemente derivaba del romano. Este estilo está caracterizado por el uso del arco de medio punto y la bóveda de cañón, por emplear formas cerradas y equilibradas, creando edificios sencillos de sólida apariencia.

La aparición de las primeras manifestaciones del románico en los Reinos Hispánicos se producirá en Cataluña, Aragón y Navarra.

La reforma monástica que se lleva a cabo en Cataluña resulta decisiva en la profunda renovación que se producirá desde finales del siglo X y durante la primera mitad del siguiente. Los edificios religiosos sufrirán una radical transformación en sus elementos funcionales, adaptándose a las formas tipológicas que se están imponiendo en la Europa románica. El auténtico impulsor de esta renovación será el abad Oliba.

Cataluña conocerá muy pronto las formas renovadoras. Entre las novedades que se introducen en la arquitectura catalana está la búsqueda de soluciones que permitan articular un número considerable de ábsides en la cabecera, criptas para atesorar reliquias, fachadas torreadas, y espacios circulares con significación funeraria o de depósito de reliquias.

No se puede decir que Cataluña fuese la iniciadora del nuevo estilo, pero su buena tradición arquitectónica y su precoz adscripción al movimiento renovador hacen que algunos de los edificios catalanes hayan sido decisivos en la definición del mismo. Monumentos como San Pedro de Roda, San Miguel de Cuixá y San Vicente de Cardona son paradigmas excepcionales en la historia del primer románico.

Será a partir del último tercio del siglo XII y buena parte del siguiente cuando, en los territorios cristianos de la Península Ibérica, una serie de monumentos refleje cambios de distinto alcance, alejándose del llamado románico pleno y acercándose, en algunos casos, al gótico. En Cataluña, las catedrales de Tarragona y Lleida constituyen dos de los ejemplos más representativos de esta fase.

Durante el primer tercio del XI un grupo de iglesias y castillos de Aragón acusarán las formas arquitectónicas del primer románico catalán. Será en la segunda etapa cuando el románico aragonés produzca una obra cuya influencia se expanda fuera de la región. Se trata de la catedral de Jaca, levantada en el segunda mitad del siglo XI, con tres naves separadas por pilares cruciformes...



LA CIUDAD MEDIEVAL



La ciudad medieval generalmente está rodeada por una muralla defensiva, en la que varias puertas abren a los caminos más importantes. El trazado urbano es sinuoso e irregular, existiendo a veces zonas despobladas.

Las ciudades tienen diferentes barrios, que agrupan a la población en función de su procedencia, su religión o su actividad. El desarrollo económico de algunas urbes, especialmente las dedicadas al comercio, hizo que se construyeran nuevas áreas. En éstas, las viviendas podían alcanzar dos o tres plantas.

El centro de la vida urbana lo ocupa la plaza, en la que se sitúan los edificios más representativos. Estos son altos, realizados en piedra, con balcones que se abren a la calle. Un escudo, también en piedra, indica que sus portadores pertenecen a un noble linaje.

De la plaza parte un sinfín de calles, algunas estrechas y tortuosas, siempre ocupadas por una intensa actividad. En ellas se desarrollaba buena parte de la vida diaria de la comunidad: comprar, vender, pasear, relacionarse... Sin duda, el mercado era el centro económico y social de la población.

Las casas de los artesanos servían al mismo tiempo como taller y tienda, por lo que se abrían al exterior. Además, muchas viviendas podían contar con un solar en su parte posterior, que era utilizado como huerto y en el cual podía existir un pozo.


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