divendres, 13 de febrer del 2009

Vercingetórix, el héroe que unió a los galos contra César


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FUENTE: EUREKA, escrito por Núria Soto
martes, 05 de febrero de 2008

Vercingetórix, el héroe que unió a los galos contra César

El orgullo del pueblo galo es conocido por todos gracias a los cómics de Astérix.

En el volumen titulado El Escudo Arverno, Astérix y Obélix recuerdan la victoria de Vercingetórix en la batalla de Gergovia, pero se niegan a hablar de Alesia, el lugar donde los galos fueron finalmente vencidos por los romanos. Sin embargo, el pueblo galo podía estar orgulloso de esta derrota. Con Vercingetórix al mando, las diferentes tribus de la Galia se unieron para hacer frente a Roma y ofrecieron una fuerte resistencia hasta el final.

¿Dónde estaban las Galias?

Según las distinguían los romanos, la Galia Cisalpina estaba en el norte de Italia, antes de cruzar los Alpes, y la Galia Transalpina estaba al otro lado de los Alpes, desde el norte de Italia.

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La Galia Comata comprendía las actuales Francia y Bélgica, era la más extensa y se denominaba así, que en latino significa Galia Cabelluda, porque sus habitantes se dejaban el pelo muy largo.

Aunque la gente del sur estaba muy romanizada, la Galia Cisalpina casi no participaba en los asuntos romanos ni disfrutaba de las ventajas de los aliados de Roma. Ni siquiera se reclutaba a los habitantes para la infantería romana.

La Galia Transalpina había sido conquistada por los romanos en el año 120 a.C. para asegurarse el paso de los ejércitos hacia Hispania. La Galia Cabelluda no fue conquistada hasta la época de Julio César.

¿Quiénes eran los galos?

Los habitantes de las Galias, los galos, conocían la existencia y el poder de los romanos y en general evitaban cualquier contacto con ellos. Eran agricultores y granjeros que defendían firmemente a sus campos y a su rey. Guerreros temibles, pero sin afán de expansión.

Sus sacerdotes recibían el nombre de druidas. Y su costumbre era fabricar y beber cerveza, lo que los romanos ni entendían ni aprobaban, aficionados como eran al cultivo de la viña. Altos y fornidos, rubios o pelirrojos y de ojos azules o grises, para los romanos, los galos eran bárbaros, pueblos con costumbres completamente diferentes. Pero tenían una civilización adelantada y un gran comercio establecido.

La guerra de las Galias

La Guerra de las Galias comprendió una serie de ocho campañas anuales, desde el 58 hasta el 51 a.C., realizadas por las legiones romanas comandadas por Julio César contra los pueblos galos, y que permitieron a la República Romana anexionar todo el territorio de la Galia, e incluso algunas partes de la Germania.

En el año 58 a.C. Julio César recibió poderes para gobernar la Galia Transalpina, en el actual sur de Francia, durante 5 años; en vez de realizar un mandato rutinario, inició esta guerra para conquistar la Galia Cabelluda. Se trataba de un territorio llano, con grandes bosques y muchos recursos agrícolas por explotar; y los romanos sabían que las tribus celtas que la habitaban se peleaban entre ellas continuamente.

Julio César allí se dirigió con la excusa de que debía socorrer a una tribu aliada de Roma, los eduos, que habían sido invadidos por los belgas. Sin embargo, una vez allí, decidió quedarse con sus seis legiones. Esto provocó la inquietud de los galos y el inicio de las luchas con los romanos.

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Julio César.

Vercingetórix el galo

En el año 53 a.C., Julio César había vencido todas las batallas contra los galos aprovechando su punto débil: la división que reinaba entre los diferentes pueblos de la Galia.

Sin embargo, aquel mismo año, la tribu de los eburones, dirigida por el galo Ambiorix, se rebeló contra la invasión romana, y derrotó a una de las legiones de César, que perdía así una cuarta parte de sus tropas. La rebelión de los eburones fue la primera derrota clara de los romanos en la Galia e inspiró sentimientos nacionalistas revolucionarios por toda la región.

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Moneda de Vercingetórix.

Las tribus galas empezaron a darse cuenta de que sólo vencerían a Roma si se mantenían unidas. Y se convocó un concilio de dirigentes en Bibracto.

El concilio declaró a Vercingetórix, cuyo nombre significa “el gran jefe de los guerreros”, comandante de los ejércitos unidos de la Galia. Vercingetórix, de la tribu de los arvernos, fue el único jefe de tribu que supo convencer a buena parte de los jefes galos de la necesidad de unirse bajo su mando para hacer frente a Roma.

La batalla de Gergovia

La estrategia de la tierra quemada

En el momento de la alianza de los galos en contra de los romanos, Julio César se encontraba en su campamento de invierno, situado en la Galia Cisalpina. En seguida se enteró de la matanza de todos los ciudadanos romanos, tanto colonos como comerciantes, que se había producido en las ciudades galas más importantes y se vio obligado a volver inmediatamente, atravesando los Alpes en pleno invierno, para sofocar la nueva revuelta.

César se dirigió rápidamente hacia al norte en persecución de Vercingetórix y fue destruyendo ciudades a su paso. Sin embargo, esto era precisamente lo que quería Vercingetórix, atraer a César, evitando el combate frente a frente, en el cual se pondría de manifiesto la superioridad de los romanos. Al mismo tiempo, a su paso quemaba y destruía ciudades y campos con el fin de impedir que las tropas de César consiguieran alimento. Con esta táctica, denominada de la tierra quemada, los galos pretendían debilitar a su oponente.

Vercingetórix vence a los romanos

Los galos, interesados en el desgaste de los romanos, evitaban el enfrentamiento directo. Los dos ejércitos ya se encontraban muy cerca, cada uno en una orilla del río Allier, cuyos puentes habían sido destruidos.

Los dos ejércitos avanzaban hacia al sur, cada uno por su lado del río, hasta que un día Julio César escondió dos legiones y dejó que la columna principal continuara adelante. Vercingetórix siguió a los romanos hacia el sur como cada día desde el otro lado del río. Entonces las dos legiones que permanecían escondidas cruzaron el río y se acercaron a los galos por la retaguardia, obligando a Vercingetórix a huir para retirarse a Gergovia, una gran fortaleza situada en una meseta de pendientes muy pronunciadas.Vercingetórix mantenía una posición defensiva muy fuerte desde el cerro de Gergovia, de modo que César quiso sitiar la fortaleza con un nuevo engaño.

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(c) Look & Learn Magazine.

Hizo adelantar la caballería por la parte más transitable, mientras que el resto de la legión empezaba a atacar por una de las zonas con más pendiente. Sin embargo, Vercingetórix se dio cuenta a tiempo de la estrategia y envió refuerzos para contener el ataque inesperado. Desde su posición aventajada, infringió una dura derrota a los romanos, que se vieron obligados a retirarse, tras sufrir muchas bajas. El héroe galo se procuró así el apoyo de más tribus. La batalla de Gergovia había dado la vuelta a la tortilla en favor de los galos: eran ellos quienes ahora amenazaban los romanos.

La batalla de Alesia

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Vercingetórix pide ayuda a los galos en la defensa de Alesia.

Una fortificación sorprendente

En el verano del año 52 a.C., Julio César salió victorioso de los diversos enfrentamientos que tuvieron lugar entre las caballerías romana y gala, de forma que Vercingetórix decidió que no era el momento para una batalla a gran escala y agrupó a sus tropas en la fortaleza de Alesia, donde se produciría la batalla definitiva que pondría punto y final a la Guerra de las Galias.

Alesia estaba situada en la cumbre de un cerro y contaba con importantes defensas, se trataba de una fortaleza natural muy parecida a Gergovia, desde la cual se dominaban todos los valles de los alrededores. Ante la imposibilidad de un asalto frontal y tras la derrota de Gergovia a causa de un ataque precipitado, César decidió aislar a sus enemigos y hacer que se rindieran por hambre y por sed.

Para asegurarse un perfecto bloqueo, mandó construir un perímetro circular de muros de 18 kilómetros de longitud y de 4 metros de altura, con torres espaciadas regularmente, algunas de hasta 24 metros de altura. También excavaron fosos de 4 metros y medio de anchura y de cerca de medio metro de profundidad. El foso más cercano a la fortificación se llenó de agua desviada desde los ríos cercanos, otro de los fosos fue construido en forma de V para que no se pudiera poner el pie en el fondo. Finalmente, se colocaron toda clase de trampas: agujeros ocultos, palos afilados, estacas de hierro, etc.

Esta obra de ingeniería sorprendente fue edificada en tan sólo 3 semanas y constituye una de las estratagemas más astutas de la historia militar. Aun así, no nos debe extrañar tanto. César era un especialista: en una ocasión, cuando ejercía de regidor en la ciudad de Roma, había desviado el río Tíber hasta al interior del Circo Máximo para simular una batalla naval como entretenimiento del público.

bviamente, el ejército de Vercingetórix intentó boicotear los trabajos romanos, pero no pudo impedirlos. Aun así, una parte de la caballería pudo escapar de la ciudad por una de las secciones que todavía no estaban acabadas. Entonces, César, que preveía la llegada de tropas de socorro que lo atacarían desde fuera, hizo construir una línea defensiva exterior, parecida a la primera, de unos 21 kilómetros de perímetro. De este modo, los romanos quedaban protegidos entre ambas fortificaciones. ¿Conseguiría Vercingetórix acorralarlos y hacer que Julio César quedara atrapado en su propia trampa?

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Una lucha encarnizada

A los galos, cercados dentro la fortaleza de Alesia, les empezaron a escasear los víveres. 80.000 soldados más la población civil autóctona era demasiada gente para las pocas provisiones que quedaban. Según los cálculos de Vercingetórix, la comida no duraría ni un mes. Así, la tribu de los mandubios, originarios de Alesia, decidió expulsar de la fortaleza a todo aquel no apto para la lucha, es decir, a las mujeres y a los niños. Tenían la esperanza de que César los dejaría escapar o los haría esclavos, lo cual, pensaba Vercingetórix, daría
a su ejército una oportunidad para romper las filas enemigas. Sin embargo, César tampoco podía permitirse el lujo de alimentarlos, así que ordenó que no se hiciera nada por ellos. Mujeres y niños de Alesia, junto con discapacitados, murieron de hambre entre las paredes de la ciudad gala y de la fortificación romana.

Poco después, cuando los hombres de Vercingetórix amenazaban ya con la rendición, las tropas galas de refuerzo hicieron aparición. Mientras éstas asaltaban las murallas exteriores, el ejército de Vercingetórix atacaba las interiores. Aun así, todo esfuerzo fue en vano.

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Al día siguiente, en cambio, sí que los galos tuvieron más suerte. Atacaron a los romanos durante la noche, amparados por la oscuridad, y estuvieron a punto de vencerlos, pero la caballería reaccionó deprisa y salvó la situación. A estas alturas, la situación del ejército de Julio César era también delicada. Se empezaban a racionar los alimentos y los hombres estaban extenuados.

El pánico delante de la derrota

Al día siguiente, el 2 de octubre del año 52 a.C., los galos descubrieron lo que César había conseguido esconder hasta entonces: el punto débil de la línea de defensa de los romanos, el punto de la fortificación por donde resultaba más fácil atacarlos. Se trataba de una zona en la que obstrucciones naturales impedían la construcción de una muralla continua. Esta vez los galos pusieron a los romanos entre la espada y la pared. Entonces César decidió arriesgarse y agotar sus últimas fuerzas de reserva. Ataviado con la inconfundible capa roja y cabalgando su caballo blanco, él mismo recorrió el perímetro animando a los legionarios, lo que los impulsó a lanzarse ferozmente contra los galos en un último esfuerzo. El pánico se apoderó de las tropas de Vercingetórix, que trataron de huir, pero fueron exterminadas a causa de la desorganizada retirada.

La derrota final de las Galias

Dicen que, tras la derrota de Alesia, cada hombre de las legiones de César recibió un galo como esclavo. Alesia fue el final de la alianza y la resistencia galas. Las Galias pasaron a ser provincias romanas y no volvería a haber ningún movimiento para una nación unida y libre hasta el siglo III d.C. La victoria de César supuso, pues, la romanización de la Europa Occidental.

Además, el éxito de Alesia contribuyó enormemente a aumentar el poder y la ambición de Julio César, que crecerían hasta transformar la Antigua República Romana en el Imperio Romano.

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La rendición de Vercingetórix delante de Julio César.