dijous, 22 de maig del 2008

La mujer en la Antigüedad (desde la sedentarización hasta el II milenio a.C.)

La mujer en los grupos sedentarios. El Neolítico y la sedentarización de los grupos humanos

El descubrimiento de la agricultura supuso un cambio esencial en las comunidades prehistóricas, que dejaron de ser nómadas y se asentaron en lugares fijos en torno a los cuales establecieron sus cultivos. Este cambio fue lento y progresivo y no afectó a todos al mismo tiempo, pero su avance resultó imparable y acabó imponiéndose en casi todos los grupos humanos. Font: INDEXNET-SANTILLANA

El establecimiento de la desigualdad social

La sedentarización no supuso una mejora en la posición de las mujeres; más bien se cree lo contrario. Se piensa que con la formación de poblados sedentarios la mujer quedó unida al trabajo doméstico, al cuidado de los niños y a ciertas actividades agrícolas que se realizaban en torno a las casas, como limpiar el grano, moler,etc. Por su parte, los hombres se dedicaron a actividades de más prestigio, como el desbrozo de los bosques, la defensa del grupo y ciertas actividades agrícolas.

La división de tareas supuso el comienzo de la desigualdad social, con un predominio de los hombres. Cada uno de los sexos pasó a tener un lugar de actuación: los hombres desarrollaban sus actividades en el exterior del poblado, mientras que las mujeres quedaron relegadas a la cabaña. Font: INDEXNET-SANTILLANA

Megalitismo y diferencias de género en los rituales funerarios

A finales del Neolítico, cuando en muchos lugares ya se utilizaba el cobre, los grupos humanos habían experimentado una considerable transformación. Aumentaron su tamaño, se establecieron definitivamente en lugares fijos y en toda Europa comenzaron a construir grandes tumbas colectivas, denominadas megalitos.

Los enterramientos en los megalitos no reflejaban diferencias de género. Parece que aún existía una gran igualdad en la consideración de hombres y mujeres, a pesar de la diferenciación de funciones.

El megalitismo también nos muestra que los grupos humanos adquirieron una gran complejidad, y que algunos sitios, aquellos con los principales megalitos, mantenían una relación de dominio sobre otros asentamientos cercanos más pequeños.

Font: INDEXNET-SANTILLANA

La Edad de Bronce y la sumisión de la mujer

Durante la Edad de los Metales, el surgimiento de las primeras sociedades complejas, que abarcaban grandes áreas de terreno con una jerarquización de los asentamientos por su importancia en el conjunto, vino acompañado del definitivo dominio del hombre sobre la mujer.

Se establecieron sociedades basadas en la ciudad-Estado, cuyo principal objetivo era la defensa común frente al exterior y en las que se asentó la idea de que la participación en la defensa, es decir, la función del guerrero, era la que otorgaba derechos políticos en la comunidad.

A causa de esta mentalidad, aquellos a los que no se les permitía intervenir en la defensa quedaban excluidos de la toma de decisiones colectivas, y las mujeres estaban en este grupo. Las mujeres,

por tanto, cualquiera que fuese su nivel social o su riqueza, no podían participar en la vida política y quedaban sometidas a los hombres. Font: INDEXNET-SANTILLANA

El yacimiento de Los Millares

Este yacimiento almeriense es uno de los más importantes de finales del Neolítico y comienzo de la Edad de los Metales. Se trata de un emplazamiento espectacular, una gran ciudad de la época, con tres líneas de murallas y torreones.

Del estudio de este yacimiento se deduce una organización social muy compleja, con un claro predominio de la figura del guerrero, que defiende la comunidad y asegura el sometimiento de los núcleos vecinos.

Esta primacía del guerrero implica, a la vez,la subordinación de la mujer, que no participaba activamente en la defensa y, por tanto,tenía un prestigio y una consideración inferiores a los de los hombres. Font: INDEXNET-SANTILLANA


LAS MUJERES SEGÚN EL CÓDIGO DE HAMMURABI

El Código de Hammurabi y otras fuentes

Para conocer la situación de la mujer en Mesopotamia, la mejor fuente es el Código de Hammurabi, un conjunto de leyes establecidas por este rey en el siglo XVIII a.C. Muchas de sus normas nos describen los derechos y las obligaciones de las mujeres, y gracias a ello podemos hacernos una idea de cómo vivían.

Hay algunos aspectos generales del Código que son importantes para comprender la mentalidad de las personas en la antigua Mesopotamia.

En primer lugar, el orden social estaba por encima de cualquier tipo de derechos individuales. En segundo lugar, el marido o el padre era el cabeza de familia. Por último, se consideraba que la legitimidad de la descendencia era esencial, y por ello se limitaba estrictamente la libertad sexual de la mujer, no así la del hombre.

La sumisión de la mujer

La mujer en Mesopotamia estaba sometida a la autoridad del hombre, bien fuese su padre o su marido. Los hijos (tanto los varones como las mujeres) eran considerados posesiones del padre. La mujer no pertenecía al marido, aunque en el aspecto sexual sí que era considerada como una propiedad

del esposo y estaba seriamente castigada cualquier relación sexual de la mujer casada fuera del matrimonio, tanto para ella como para

su amante.

Aunque se cree que en Babilonia las mujeres tenían derecho de propiedad, lo más habitual era que el padre o el marido fuesen quienes administrasen los bienes familiares.

Matrimonio

El matrimonio, al menos en teoría, era acordado por el padre o los hermanos, y el Código de Hammurabi establecía que era necesario un contrato para establecer todas las condiciones de la unión y las posibilidades en caso de divorcio o viudedad.

En el contrato matrimonial había dos conceptos de gran importancia: la dote y el precio de la novia.

La dote era la cantidad que el padre de la novia otorgaba a su hija para el mantenimiento de su nuevo hogar. Las hijas no tenían normalmente derecho a la herencia del padre, porque se suponía que su parte de posesiones estaba ya entregada con la dote. La dote pasaba a pertenecer al conjunto de bienes del nuevo hogar. El precio de la novia era una cantidad acordada que la familia del novio tenía que pagar para que su hijo se pudiera casar con una mujer. Esta cantidad pasaba también a formar parte de los bienes de la nueva familia.

Un padre podía entregar una hija para ejercer de sacerdotisa de un dios. Y parece que muchas mujeres lo hacían voluntariamente para escapar de un matrimonio no deseado. Si la mujer ingresaba en el servicio religioso, tenía igual derecho a la dote, que debía administrar su padre o sus hermanos.

Divorcio y ruptura familiar

Un hombre podía divorciarse de una mujer sin necesidad de una justificación, pero, si había tenido hijos con ella, esta se quedaba con la dote, con los niños y con los derechos de la propiedad para poder mantenerlos. Además, cuando su ex marido moría, ella tenía derecho a una proporción de las propiedades igual a la de los hijos.

Si la mujer no tenía hijos, se devolvía la dote más una indemnización. Si era la mujer quien quería divorciarse o el marido se negaba a entregar la dote, entonces intervenían los tribunales. Si la mujer podía demostrar que la ruptura matrimonial era culpa de la dejación del marido, entonces podía irse con sus hijos y con la dote a la casa del padre. Pero si se demostraba que el matrimonio se deshacía por su culpa, perdía la dote y los hijos y el marido podía mantenerla como sierva e incluso arrojarla al río.

La protección de las viudas

Cuando una mujer Mesopotamia se quedaba viuda su desamparo era realmente muy grande, por lo que los babilonios establecieron leyes para ofrecerle una ayuda que le permitiese sobrevivir dignamente. Para ello se estableció que los regalos de boda debían guardarse como una salvaguarda para la mujer en caso de la muerte del marido. Si no existían estos regalos, se establecía que la mujer heredaba

una parte proporcional a la de cualquier hijo de las posesiones del marido. La viuda, además, tenía el derecho a permanecer en el hogar familiar durante el resto de su vida.

Si una viuda decidía volver a casarse, perdía los regalos de boda y tenía que marcharse del hogar familiar. Aunque si tenía hijos a su cargo, debía pedir un consentimiento judicial para volver acasarse.

El adulterio

Para los babilonios el adulterio consistía en que una mujer casada mantuviese relaciones con otro hombre diferente de su marido.

No se consideraban adulterio las relaciones extramatrimoniales del marido con mujeres no casadas. Si una mujer era sorprendida en adulterio con su amante, el marido tenía derecho a atarlos juntos y arrojarlos al río para que se ahogasen. Si lo deseaba, podía salvar a su mujer, pero entonces debía hacer lo mismo con el amante. Si un marido acusaba a su mujer de adulterio sin pruebas palpables, ella tenía que jurar inocencia delante de un sacerdote y podía volver con su marido. Si, además del marido, otra persona la acusaba de adulterio, entonces debía someterse a una durísima prueba: tenía que jurar ante los dioses su inocencia y luego arrojarse al río. Si se ahogaba, se consideraba que era culpable, y si no se ahogaba, se pensaba que los dioses la habían ayudado porque era inocente. Muy pocas personas sabían nadar en Mesopotamia,por lo que esta prueba era realmente muy arriesgada.

Font: Crónica de mujeres, INDEXNET- SANTILLANA